Cada que me invitan a dar una clínica o exhibición en algún lugar puedo observar algo que es un factor común: algunos de los asistentes no van a aprender, por el contrario, ven el evento como la oportunidad de demostrar que yo me puedo equivocar y que no es cierto lo que predico.
Es muy evidente porque puedes ver el grupito de gente que están detrás de los cajones en un lienzo, en una mirandilla, con risas y ruido tratando de restar importancia al evento y de llamar la atención.
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Si las cosas no me llegan a salir rápido o me tardo en solucionar algún problema, ponen atención a lo que hago para ser los primeros en burlarse.
Afortunadamente, he aprendido a manejar estas situaciones y generalmente los dejo con las ganas de ver que mi filosofía de entendimiento y comunicación con los caballos falla, pues no es magia pero ningún caballo se resiste a un buen trato.
Así somos la mayoría de los mexicanos y sucede lo mismo en todas las actividades, desgraciadamente, lo cual, aunque no parezca, acarrea un gran costo socioeconómico. Y por esto, muchas veces el que sabe no quiere compartir pues se expone a que lo critique y lo haga trizas el que no sabe.
En varias ocasiones he vivido este proceso de decir “quiero aprender” y para lograrlo, antes que nada tengo que quitarme la camiseta del “ego” que cuesta tanto trabajo, luego elegir de quien quieres aprender y finalmente cómo lo quieres hacer.
Hace algunos años tomaba una clínica de reining y veía al maestro dar lados a un caballo y realmente me impresionaba su técnica, que decidí preguntarle qué necesitaba para yo poder lograr hacer eso y me dijo: “existen dos caminos, la vía corta es que reúnas el dinero para poder adquirir un caballo que ya lo sepa hacer y la segunda, que te llevará más tiempo y es más complicada, que aprendas a enseñar a tu caballo”.
Me fui por la segunda porque la primera no era opción y hoy creo que fue lo mejor, porque el proceso me dejó aprendizaje en muchos sentidos.
Conforme pasa el tiempo y acumulamos conocimiento, se empieza a formar un criterio que nos permite rápidamente discernir lo que nos sigue agregando valor y lo que no y establecer una línea de pensamiento que muchas veces difiere de las de otros y tenemos que aprender a respetar las ajenas y a defender la nuestra y objetivamente encontrar las coincidencias.
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Esa ha sido mi filosofía de aprendizaje y a veces yo mismo me sorprendo porque aprendo de quien menos lo espero. También en ocasiones aprendemos de los que no deberíamos aprender, es decir, a no cometer sus mismos errores.
Por momentos, también he pensado que ya no tengo edad para aprender determinada cosa y también ha sido un error, pues nunca dejamos de aprender mientras no nos cerremos de mente.
Espero que a todos aquellos que nos dedicamos a entrenar caballos o tengan algún otro oficio poderlos motivar a seguir aprendiendo y no tener miedo a preguntar y equivocarse, pues nunca aprende el que no se equivoca.