Con gran satisfacción pude observar el interés mostrado por la primera parte de este artículo, al grado que concluyo que la falta de uso de esta herramienta se debe a su desconocimiento. Por lo anterior, comparto algunas recomendaciones referentes a su uso, que son más producto de la investigación que de mi propia experiencia (pues hasta hace apenas unos años lo comencé a utilizar).
Primero me gustaría definir algunos términos que en ocasiones causan confusión a la hora de hacer referencia a ellos:
Aunque estas son las definiciones correctas de cada uno de los términos, existen usos y costumbres de las mismas de acuerdo a las regiones, pero, trataré de ser explícito a la hora de referirme a cada uno de ellos.
Tengo que confesar que cuando decidí que quería utilizar los cabestros de cerda, lo hice más por cuestión estética que por otra cosa, pues me fascina ver los caballos con un buen bozal que haga que resalten algunas características físicas de los mismos.
Luego, al sentir la sensación de la cerda en mis manos, también entendí el valor artístico de su manufactura, por lo que me di cuenta que había más fondo que ser una bonita pieza artesanal.
Lamentablemente, al investigar, no encontré nada en mi bibliografía mexicana referente a su uso y recurrí a algunos autores estadounidenses como Richard Caldwell, Mike Bridges y Martin Black (entre otros).
Encontré mucha información al respecto, pero comparto lo más relevante. Estos son algunos conceptos básicos:
El correcto trabajo del bozal requiere mucha sensibilidad de movimientos, los mínimos necesarios para encontrar un efecto, pero, al no traer el control al que estamos acostumbrados al usar bocados, nos hace caer en muchos errores.
Muchas veces me hice la pregunta si la “gente de antes” tenía el tiempo y la paciencia para hacer un caballo a la rienda correctamente y la respuesta la encontré en un amigo que me dijo, lo que dedicamos actualmente a permanecer arriba del coche, es más o menos lo que dedicaban nuestros antepasados a estar arriba de sus caballos, por lo tanto, sabían que tenían que cuidarlos y mantenerlos en las mejores condiciones si querían que no fallara.
Además era tan cercana la relación entre caballo y jinete que posiblemente haciendo alusión a esta comunión, se decía que no se prestaba ni la pistola, ni la mujer ni el caballo. Quiero terminar el artículo con una frase antigua que me gustó mucho y quiero compartir: “Es en el bozal, donde la rienda del caballo queda hecha”.
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